Yo escuchaba esas historias con la misma ansiedad temblorosa de los niños cuando se les cuenta algún cuento de miedo, que mientras les asusta, les fascina tanto que son incapaces de perderse una sola palabra del relato, por lo que esperaba el momento de la salida hacia Granada con esa especie de valentía con la que los niños esperan la hora de irse a la cama. ¡Que impresión tan agradable con la que comenzar un viaje.
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